4º de Cuaresma 2015
LECTURAS: Números21:4-9 - Efesios2:1-10 - Juan3:14-21
A
modo de oración inicial, lectura del SALMO 85 - Mi Predicación en la
Iglesia de San Basilio de Sevilla el 15 de marzo de 2015 - La
meditación de hoy, dado el tiempo litúrgico en el que estamos, nos debería
hablar del sufrimiento de nuestro Señor, del monte del Calvario, de la
expiación por nuestros pecados, de la Cruz, manchada por Su Sangre, en
definitiva de Su muerte. Y así es, pero las lecturas de hoy, aunque
relacionadas con lo que, como todos los años, estamos a punto de recordar, la
Semana de Pasión de nuestro Señor, también nos hablan del amor de Dios para con
nosotros, sus hijos, y de la obediencia de Su Santo Hijo, nuestro Señor
Jesucristo.
San
Juan en su Evangelio dice: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
San Pablo en la Epístola a los Efesios dice: “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo”
Y
en la lectura del libro de los Números, al pueblo rebelde, Dios da una señal de
sanación y salvación a través de Moisés: “Hazte una serpiente ardiente, y ponla
sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá”
Por
lo tanto el tema central del mensaje de hoy, es la consciencia que debemos
tener del amor que Dios nos tiene, y que ha sido manifestado por medio de
Jesucristo.
Pero
hermanos, debemos reconocer que de lo que aquí se trata es de tener una fe muy
especial. No es la fe de nuestra inteligencia a una verdad absoluta, cósmica,
universal. No, es otra cosa. Es otra certeza, ésta sí, absoluta, por lo menos
para todo aquel que cree y confiesa que Jesús es el Señor.
Así
que, siendo nuestra fe, paradójicamente, es una fe que asombra a los demás. Es
una fe que llega a escandalizar al mundo. Es una fe que resulta incrédula al
mundo. Es la fe que enloquece al cuerdo. Lo que nosotros poseemos es la fe que
no entiende lo que cree, pero que lo cree, sin la más mínima duda.
Y
como hemos leído en la lectura del Antiguo Testamento de hoy, la consecuencia
de esa falta de fe y confianza, fue el castigo del pueblo de Israel, y por eso,
como dice la Escritura: “Dios envió serpientes venenosas que los mordieron y muchos israelitas
murieron”
Como
sabemos que sucedía al pueblo de Israel, caía y era perdonado, una y otra vez,
una y otra vez…, durante todo el tiempo de su historia. Pero como en otras
ocasiones, reconoce su pecado, se arrepiente y Dios, por mediación de Moisés,
le devuelve la salud.
PREGUNTAS:
- ¿Observamos alguna analogía entre ese Israel que se nos relata en Números, con nosotros hoy en día? ¿Con nuestra falta de fe? ¿Con nuestras rebeliones contra Él?
- ¿Observamos alguna analogía entre lo que
hizo Dios a través de Moisés, cuando hubo arrepentimiento, y lo que Dios
hace con nosotros a través de Su Hijo, cuando también hay arrepentimiento?
Israel,
como sabemos, es el pueblo escogido de Dios, y como a nosotros, pertenecientes
a Su Reino, por Gracia, nos salva. Eso lo hemos estado viendo en los estudios
bíblicos. Pero Él espera, para que aceptemos Su salvación, nuestro
arrepentimiento.
En
esta ocasión, Dios les envía un castigo a todos aquellos que se revelan contra
Él. Serpientes venenosas, “que los mordieron, y muchos murieron”, dice la
Escritura.
Como
un padre que quiere a su hijo, cuando hay desobediencia, y lo castiga para
hacerlo volver al buen camino, así mismo, Dios, hace con los suyos.
Pero
al igual que el padre del hijo desobediente pretende con ese castigo, igual
hace Dios con Su pueblo. Así que demostrando como siempre, un gran amor, les
dio la salida, y le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la
pusiera en un asta de una bandera, para que todos los que habían sido mordidos
por las serpientes venenosas la miraran con fe y así quedaran sanados.
San
Juan en el versículo 14 de su Evangelio, retoma este ejemplo de la serpiente de
bronce levantada en el desierto y lo compara con el sacrificio de Cristo en la
cruz, para sacarnos del pecado, y llevarnos a la tierra prometida, es decir, a
su reino de amor, y dice: “Así como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del Hombre tiene que
ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”
Hermanos, honramos
a un Cristo crucificado que por la sola Gracia de Dios, y a través del martirio
en la Cruz de Su Hijo, nos perdona nuestros pecados. Pero con una diferencia
sustancial respecto de otros pensamientos. Nuestra fe gira también en torno a
su resurrección, que nos brinda la vida eterna.
No podemos, ni
debemos quedarnos solo en la Cruz, por muy importante que esta sea, ya que como
dice Pablo en 1ª de Corintios: “Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es
también vuestra fe”
Cuando
Juan habla de que Jesús tenía que ser levantado, se refiere a las dos
vertientes de esta analogía. Por un lado, a la muerte que sufriría en la cruz, pero en otro sentido, ese ser levantado, también
hace alusión a la resurrección de Cristo, a través de la cual obtendría para su
pueblo la victoria sobre la muerte y sobre Satanás.
Nuestra
fe en Jesucristo, como Mesías y Señor, es clave para nuestra salvación; pero
para que esa fe sea auténtica, tiene que ser manifestada permanentemente a
través del amor. Ese mismo amor que Él tiene por nosotros, y que presupone en
nosotros la paciencia, y el sacrificio por el ser amado.
Pablo
en la Primera Carta a los Corintios nos habla de la primacía del amor por
encima de todas las demás virtudes teologales y de todos los dones espirituales: “Si yo hablo las lenguas de los
hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que
resuena o un platillo que hace ruido. Y si tengo el don de profecía, y entiendo
todos los designios secretos de Dios, y se todas las cosas, y si tengo la fe
necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada”
El amor que Dios nos ofrece es gratuito. Muchos intentan ganarse el favor
de Dios haciendo buenas obras, orando constantemente, siendo fieles a la
Iglesia, manejando honradamente Sus cosas, Sus asuntos…, sin darse cuenta que
la Gracia de Dios es gratuita, que Él nos otorga Su perdón solo por Su Gracia,
y que nuestros servicios no van a variar un ápice Su Voluntad…
Y no hay nada más equivocado que esta actitud. Así solo podremos moverlo a
ira contra nosotros. Él ha decidido amarnos, y no porque seamos buenos, sino
porque Él es bueno.
El Apóstol Pablo nos dice en Efesios 2: “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo, y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo
sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, así que por gracia sois
salvos”
Hermanos, la iniciativa ha sido de Él; y a nosotros solo nos toca responder
positivamente a tan grande amor regalado, reconociendo nuestros pecados,
sintiendo dolor por el mal que hemos hecho, y acercándonos a Él con la confianza
de un niño en los brazos de su padre, y poniendo en Él nuestra esperanza.
Como leí hace algún tiempo en un medio digital de Estados Unidos, en un
escrito titulado, Apliquemos la
Palabra Un comentario práctico del Nuevo Testamento, firmado por Thorson Stephen, decía:
“Ninguna
medicina común, ni ningún médico ayudará a un paciente sin esperanzas. Hay un
solo médico que puede ayudar a un paciente que se muere, y ese es Dios. Y su
medicina es el amor. Él está listo para derramar su gracia y su misericordia
sobre el pecador”
La salvación que Dios nos ofrece no depende de nuestras obras, pero una vez
que aceptamos a Jesucristo, nuestras vidas tienen que comenzar a dar frutos, y
sigue diciendo Pablo en Efesios; “Porque por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”
El Nihilismo lo practican las personas que no se inclinan
ante ninguna autoridad, y que no aceptan ningún principio como artículo de fe. Y a nuestro
mundo le falta ese conocimiento del amor de Dios, y está cayendo en ese
nihilismo antes descrito.
Hay muchas personas que están heridas, por egoísmo, traiciones y desilusiones.
El que ha sido herido, hiere a los demás, desconfía de todo y se le hace
difícil creer y aceptar el amor de Jesucristo. De ahí la necesidad imperativa
que los que profesamos la fe en Cristo crucificado salgamos de la iglesia y
vayamos a proclamar el evangelio de amor de nuestro Dios , no con palabras
vacías de contenido y frases hechas o preconcebidas, sino con las señales de la
fe, que son el amor y la unidad.
San Juan en el capítulo 13 de su versión del Evangelio, relata las últimas
instrucciones de Jesús dirigidas a sus discípulos, antes de partir de este
mundo, y les dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros. Como
yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los
otros”
El amor de Cristo no es simplemente literatura descrita en la Biblia, es un
amor sacrificado.
De la misma manera que los israelitas no pudieron llegar a la tierra
prometida sin pasar por el desierto, nosotros tampoco podemos llegar al reino
de Dios sin pasar por el sufrimiento. No hay otro camino para llegar al cielo
que el camino de la cruz.
San Juan de la Cruz, que vivió intensamente la fuerza transformadora del
amor de Dios aunque tuvo también su noche oscura, en su “Primer teorema sobre el amor divino”, termina diciendo: “Ama hasta convertirte en lo amado, porque
al final de la tarde, nos examinaran en el amor”
Queridos hermanos, que al terminar este periodo de Cuaresma de 2015, y
comencemos a recordar la Pasión de nuestro Señor, a través de cuya culminación
en la Cruz, en la que solo por Gracia, y
no por obras, somos perdonados de nuestros pecados, reconozcamos en todo ello
el gran Amor de Dios por Sus hijos, y siguiendo con su ejemplo y a través de
nuestra fe en Él, amemos siempre a todos nuestros semejantes.
Que así sea.
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