Juicios sumarísimos

Hace solo veinticuatro horas que Dña. Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba, fallecía en Sevilla. «Era cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de ser catorce veces Grande de España»

Independientemente de sus títulos nobiliarios, que por cierto, no ganó en ninguna “batalla”, sino que fueron todos heredados, o alcanzados por “meritos propios”, fue una figura, que en lo social, era muy reconocida.

No hubo muchos “Mercadillos Solidarios” en Sevilla y en otros lugares, en los que ella no participara, si no activamente, aportando fondos, si, por lo menos, haciendo una visita, con el objetivo inequívoco de aportar ese “plus” promocional.

Podremos estar o no, o más o menos de acuerdo, con esos títulos nobiliarios que la adornaban. Con las riquezas que poseía, dinero, joyas, casas, palacios, tierras, colecciones de arte, de literatura, de antigüedades…, pero nunca, nadie, por lo menos en Sevilla, podrá decir nunca que era una persona odiada.

Su rancia tradición, aunque en su niñez vivió en Londres, exiliada su familia por la guerra civil española, fue de raíces católico-romanas, como la gran mayoría de los sevillanos de la época. Y el “costumbrismo” que le caracterizaba, muy afincado en estas tierras del sur, hizo que poco a poco fuera arraigando en su personalidad y en su imagen exterior.

En lo que a lo religioso “que no espiritual” se refiere, fue “hermana” de la famosa Hermandad del Cristo de la Salud, “Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias Coronada”, también llamada, de los Gitanos, que por lustros no tuvo asentamiento propio, haciendo su salida de Semana Santa, (Estación de Penitencia)  desde la Iglesia de San Román.

En los últimos quince años, esta Hermandad tuvo la oportunidad de poder tener su capilla propia en la casi derruida Iglesia del Valle, en la calle Valle, a un lateral de los Jardines del Valle, en la Ronda de María Auxiliadora, y como tal hermana, se dice que dono una cantidad cercana a los dos millones de euros, para que esta Hermandad pudiera reconstruir la citada iglesia. Tanto es así, que el reconocimiento de “Los Gitanos” hacia la duquesa, hizo que en su estación de penitencia, hicieran, en la vuelta hacia su barrio, en la “madrugá” sevillana, una “parada” en la puerta de su palacio, el de Dueñas, en la calle de su mismo nombre, en la que la duquesa, haciendo honor al “tipismo” que la caracterizaba,  salía a la puerta a saludar a esta Hermandad, acompañando la citada salida con el “regalo” de una saeta (canción flamenca a los pasos de Semana Santa), al cristo o al palio de turno.

Nuevamente podremos estar de acuerdo o no con estas actitudes, que incluso a algunos, les pueda sonar hasta cercanas a la idolatría. Muy bien, de acuerdo, pero estas actitudes no han sido históricamente parcela de pocos, no… Prácticamente la totalidad de los sevillanos, antiguos o modernos ha sentido así, equivocados sin duda, por una iglesia que perseguía otros ideales, no siempre de características cristianas. No en balde, y no es casual, que Sevilla, junto a otras localidades, fuera la cuna del Protestantismo español.

Esto es historia pura. Ha sido y por desgracia sigue siendo así.

Pero nosotros, los llamados protestantes o evangélicos, actuales, ¿nos podemos abrogar el derecho divino de, con una Biblia en una mano y una piedra en la otra, lapidar el recuerdo, bueno o no, de una persona a las pocas horas de haber fallecido, lanzando a la redes sociales mensajes como el de: “España ha sido liberada de un espíritu maligno” “El terreno lo ha allanado Dios”Ha sido un triunfo para Cristo” o “Dios ha vencido a Satanás”…? O en otros ámbitos "Buen viaje, y que no vuelvas más"

Sinceramente, amigo lector, me escandaliza que algunos se autodenominen "cristianos" o que otros rezumen ese odio (justificado o no) por los poros de su piel, y en muchas ocasiones, sin conocer al personaje o solo por oídas. Mi entender, el de mi fe, no me lleva a ser acogedor de estos epítetos lanzados como banderas al viento. Todo esto lleva implícita una carga de odio y rencor contraria a mi fe, y contraria a lo que aprendemos del ejemplo del mismo Jesús de Nazaret.

¿Somos seguidores de Jesús? ¿Amamos a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos?

El Padre es el único Bendito Juez,  y el único con el derecho a aplicar la Justicia para cada uno de nosotros. Eso es uno de los puntos “clave” de la Reforma, de la que todos procedemos, así que ¿cuál debe ser nuestro papel? Adorarlo y Alabarlo con todo nuestro ser, y orar incesantemente por todos nosotros, y por todos aquellos que pudieran estar desencaminados, equivocados o en tribulación, y esperar a que obre el Señor.

Así que, "los juicios sumarísimos, solo para Dios"

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