El poder de la oración de fe

LECTURAS:   Los Salmos, Capítulo 4  -  1ª de Samuel, Capítulo 1: 1/13  -  1ª de Samuel, Capítulo 1: 14/28
Predicación de 10 de noviembre de 2013. José David Amado Lagares.

A esta meditación de La Palabra bien la podríamos titular “La oración eficaz de Ana” dado el texto del Antiguo Testamento que hemos usado para hoy, ¿no es así?

En el transcurso del capítulo 1 de 1ª de Samuel, después de una breve explicación de su contexto, en el que Elcana, el marido de Ana y de Penina, se preparaba, según la Ley, para elevar a Dios sus sacrificios, vemos como el texto se va centrando en la verdadera esencia del mensaje. El mensaje es la excelencia de una oración hecha desde el corazón; la oración de Ana.

En lo que a mi respecta, esta meditación se titularía “La respuesta eficaz de Dios a la oración de Esther”

Quizá algunos de los aquí presentes ya sabrán por donde voy, pero a los que no lo saben o aún no se han percatado les diré que este título no se refiere a la Ester que amó el Rey Asuero, y que se relata en el libro del mismo nombre en el Antiguo Testamento. No. Me refiero a mi prima Esther Lagares.

Y os preguntaréis ¿qué tiene que ver Esther Lagares con este texto de 1ª de Samuel? Y ¿a qué viene incluirla en esta meditación de hoy? Muy pronto la respuesta.

Al título antes propuesto por mí, le debería añadir la palabra “Testimonio personal”, así que el título finalmente quedaría así:

“Testimonio personal de la respuesta eficaz de Dios a la oración de Esther Lagares”, un título un poco largo, pero es o debería ser el real.

Ya seguro que muchos sabéis por donde voy. Pero aún así quisiera profundizar un poco más para que todos os gocéis conmigo en esta meditación-testimonio, y para que volváis a comprobar, una vez más, el auténtico poder de la oración, que seguro que cada uno de nosotros ha podido experimentar en sus vidas.

Todas las mujeres llevan en su sello genético la necesidad de ser madres. Obviamente hay un porcentaje que no logra serlo en su tiempo fértil, bien por desistimiento, bien por motivos físicos o de alguna enferemedad, bien por edad… Tenemos un ejemplo de esto último en Sarai, o Sara (princesa), como la rellamó Dios, que ante la imposibilidad de dar descendencia a Abraham, y a través de la oración, el mismo Dios realizó en ella el milagro, engendrando a los noventa años a Isaac.

En este caso de hoy, debemos hablar de Ana, esposa de Elcana, una mujer que quería ser madre y que tenía una avidez tremenda, ya que la segunda esposa dio descendencia a Elcana, y ella no.

Tenía un deseo en su corazón de ser madre, y canalizó ese deseo, ese anhelo de maternidad de una forma constructiva, mediante la oración. Dios en su misericordia le concedió las peticiones de su corazón.

Dice La Escritura que: “Elcana, subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos, en Siloh donde estaban dos hijos de Elí: Ofni y Fines, sacerdotes de Jehová"

También dice el mismo texto que Iba toda la familia, y: “Elcana daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas a cada uno su parte"

Y continúa: "Pero a Ana él le daba una parte escogida, porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos"

La cultura de entonces, tan dada a esperar hijos, veía en no tenerlos un fracaso. Exaltaba sobremanera a la descendencia, y en ese sentido, la función principal de una mujer era la de llegar a ser madre, así que el esposo de una mujer estéril se sentía como que "no había cumplido su misión"

Aún así, dice La Escritura que: "Elcana a pesar de que Ana no le había dado hijos, la amaba"
"Y su rival", Penina, la irritaba, enojándola y entristeciéndola porque Jehová no le había concedido tener hijos"

Por segunda vez se cita que: "Jehová no le había concedido tener hijos"

Hay aquí, no sabemos por qué, una decisión de Dios en estas frases repetidas. Una decisión tomada de no haberle concedido tener hijos.

Voy a explicar por qué insisto en esto. "Así hacía cada año, cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba", se burlaba de ella, "por lo cual Ana lloraba y no comía"

Y su marido, le dijo: “Ana ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? y ¿por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?"

Elcana le demostraba que la tenía en alta estima. Parece que no la culpaba por no haberle dado descendencia, y le decía, ¡me tienes a mí! ¿Para qué necesitas hijos?!

Nos podemos imaginar lo que pensaría Ana en esos momentos en los que su marido la consolaba…

Ella lo amaba y gozaba del amor de su esposo, pero en su corazón estaba la necesidad de ser madre, supongo que por los motivos culturales y de tradición de la época, y también por el sello genético del que todas las mujeres disfrutan. Así que tener un hijo era lo que más ansiaba.

En definitiva, Ana sufría en carne viva el hecho de no poder ser madre. Pero Dios a veces nos pone en tesituras complejas para que nos demos cuenta que solo a través de la oración y de Su voluntad, podemos acceder a satisfacer nuestras necesidades.

Vuelvo al título largo propuesto por mí al principio. A la necesidad que un día sentimos como pareja, tanto Pepi, mi esposa, como yo de volver a ser padres. Obviamente el caso no es igual que el de Ana, nosotros ya teníamos una hija, Noemí. Pero esa llamada genética, esa necesidad, si llegó a ser comparable a la de Ana.

"Y se levantó Ana, después que hubo comido y bebido en Siloh, y mientras el Sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del Templo de Jehová"

Y dice el versículo 10 que: "Ella con amargura de alma oró a Jehová y lloró abundantemente"

¿Creéis que a Dios le ofende que lloremos delante de Él? ¿Qué volquemos en Él nuestros sentimientos, incluso los malos?, ¿Qué descarguemos ante Él todo lo que llevemos dentro?

Yo estoy convencido que es bueno, nosotros lo hicimos y al final salimos bendecidos. A veces hay que clamar delante de Dios. A Dios no le molesta que nos mostremos frágiles delante de Él. A Dios no le molesta que incluso le hablemos con palabras vehementes. Nuestro hermano Manolo Diéguez decía que el a veces se enfadaba con el Señor y le preguntaba el por qué de las cosas.

Nos debemos acercar confiadamente al Trono de la Gracia, debemos exponer al Señor todas nuestras debilidades, nuestras molestias, nuestras dudas, temores, cuestionamientos, lo que sea…

Hermanos debemos sentirnos libres para contarle nuestra humanidad, nuestras miserias.

Nosotros, tras un fracaso previo, se lo contamos al Señor, nuestras dudas, nuestros temores, y también nuestros anhelos.

“Entonces Ana hizo voto diciendo: Jehová de los Ejércitos si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva y te acordares de mí y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón…"

Al igual que Ana, lo que nosotros deseábamos era un hijo varón.

Ana hizo su petición delante de Dios: "yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida y no pasará navaja sobre su cabeza"

¿Eso quiere decir que Ana no quería gastar dinero en el peluquero? No, nada de eso.

En el contexto judío, estaban los Nazareos, hombres apartados, hombres consagrados a Dios, que como seña de identidad no se cortaban el pelo nunca.

El hermano José María Martínez, aunque el si se ha cortado el pelo, es un nazareo, porque ha decidido dedicar su vida al Señor. ¿Recordáis quién era también un Nazareo? Sansón, que nunca se cortó el pelo, hasta que cayó en una trampa en la que le fue cortado el pelo, y perdió la unción que Dios le había dado. Pero era una señal de consagración al Señor.

Y Ana dijo: "Señor, si Tú me das un hijo, yo lo voy a dedicar a Ti, lo voy a dedicar a Tu servicio"

Tenemos que saber cuales son nuestras prioridades, hermanos, ser madre o padre no es un trabajo por horas. Es algo intenso, requiere dedicación. Es el Ministerio más importante que ningún hombre o ninguna mujer pueda ejercer. Y es una de las cosas más exaltables. Hoy en día se enfatiza mucho en la mujer profesional, la mujer que se lleva el mundo por delante, la mujer de éxito… Tanto es así que se llega a minimizar el papel de una madre.

Esa mano que mece la cuna, es la influencia más poderosa del mundo, no es la política, no es el dinero. Es esa mano que arrulla, que bendice, que infunde valores, que ora por esa criatura y crea hombres y mujeres que aman a Dios y que están bien fundamentados en el Señor.

¿Qué dice la Palabra?: "Instruye al niño en su camino y cuando viejo, no se apartará de él"

Pero también el Apóstol Pablo dice: "Yo sembré, Apolos regó, pero el crecimiento lo da Dios". Así que nuestra parte es sembrar la semilla en nuestros hijos y asegurarnos de que caiga en buena tierra, regarla con oración, con amor, con desvelos, con declaraciones de confianza en el Señor y creer que Dios dará el crecimiento en su momento.

Ana está allí en el Santuario, orando al Señor y llorando amargamente, pidiéndole a Dios que le conceda un hijo.

Y le dice que si le concede ese hijo ella no lo va a controlar, no lo va a poseer. Lo consagrará a Dios, para que Él haga de su hijo lo que quiera. Va a ser un instrumento en Sus manos".

¡Esas son las oraciones que honran a Dios!

Nosotros, mi esposa y yo, en aquel momento sufríamos decepción y desesperación, como Ana, pero a la vez, guiados por nuestra fe, teníamos esperanza. Movilizamos en oración a todos nuestros allegados, familia, y especialmente a nuestros hermanos en la fe.

Lo cierto es que no sabíamos muy bien que esperaba el Señor de nosotros, o si lo que estábamos haciendo era lo correcto; lo que si sabíamos, como Ana, es que queríamos tener nuevamente descendencia.

Aquí en este punto de la historia es donde entra mi prima Esther Lagares, acompañada por su esposo Gabriel. Nos propuso tener un día de ayuno y oración constante, y juntarnos es mismo día por la tarde para concluirlo, comentando las sensaciones tenidas, o si habíamos recibido algo de parte del Señor.
Ninguno de los cuatro manifestamos nada claro que nos hiciera pensar que eran Palabras de Dios, solo tuvimos sentimientos de paz y paciencia.
Debo decir que pocos días antes, después del primer intento fallido, ya nuestro hermano Manolo Diéguez nos manifestó, que la respuesta que él había recibido de parte del Señor en sus oraciones, era que no nos afanásemos, que Él tenía preparado algo mejor para nosotros.

En los versículos 17 y 18 dice que: “Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste”

La última en compartir, aquella tarde que terminamos el ayuno fue mi prima Esther. Ella, como dije antes, tampoco manifestó nada especial de parte del Señor, pero nos hizo una observación. Desde que comenzó el ayuno y la oración a primeras horas de la mañana, no se le caía de su pensamiento 1ª de Samuel, capítulo 1. La historia de Ana y su soñado hijo Samuel, precisamente el motivo de esta meditación-testimonio de hoy, y de cómo Dios le respondió su oración, así que estaba tranquila porque Él respondería la nuestra.

Versículo 19 “Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella”

De la misma manera que Ana, nosotros a través de la revelación hecha por el Señor a dos hermanos, primero a Manolo Diéguez y después a mi prima Esther, encontramos esa nueva dimensión de confianza.

De los versículos 20 al 26 se cuenta la respuesta y la bendición de Dios para con la oración sincera de Ana y el fruto de esa bendición, Samuel.

He intentado transmitiros el paralelismo entre lo que le sucedió a Ana y lo que nos estaba sucediendo a nosotros, aún entonces, sin ser conscientes de ello, por supuesto.

Esto que os he contado pasó entre los meses de septiembre y octubre de 1998, y al igual que a Ana, nosotros recibimos la respuesta de Dios en forma de bendición cuatro meses después de nuestro ayuno. El 3 de febrero de 1999, nació lo que Dios nos tenía preparado. Lucía.

Sinceramente os tengo que confesar que en esos cuatro meses que nos hizo esperar el Señor, no nos acordamos más de las palabras de mi prima Esther. Los diez siguientes meses fueron una tormenta de papeles, de legalidades, de llamadas telefónicas, de entrevistas, de envíos urgentes; también de alegrías, de satisfacción, de preparativos; también de oraciones de gracias, no solo de nuestra parte, sino de todos aquellos que nos habían acompañado en ese camino…

Es curioso, pero nuestra humanidad nos lleva a considerar que las respuestas de Dios son metas ya alcanzadas y por ende ya no son dignas de nuestras preocupaciones. ¡Ya lo hemos alcanzado, ya se ha terminado!
Esa vorágine de acontecimientos nos llevó a vivir ese tiempo en otras preocupaciones en otras actividades más… digamos, humanas.

Un cinco de diciembre volábamos hacia Guatemala, con mucha alegría, pero también llenos de preocupaciones, ya que el intento anterior había resultado en fracaso estrepitoso, y por distintas razones nuestros nombres estaban reseñados “EN ROJO” en los estamentos públicos de ese país. Pero la misericordia de nuestro Señor seguía rodeándonos, y los pocos días de estancia allí fueron muy provechosos. Lo que dos años antes habían sido vivencias muy, muy, negativas, ahora el Señor lo convirtió en gloria. Todo fueron facilidades. Pero seguíamos sin acordarnos de lo vivido durante esos casi dos años de transición. Seguíamos sin acordarnos de las palabras de mi prima Esther.

Una tarde, nuestros amigos de Guatemala nos llevaron a dar un paseo por el centro de la ciudad. Lucía iba con nosotros, en un carrito que compramos allí y que dejamos cuando regresábamos. Vimos una librería cristiana y entramos.

Versículos 26 y 27: “Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí”
Hermanos, el Señor es testigo de lo que os voy a contar, y que viene a resumir toda esta meditación. En la misma entrada de esa librería había colgado un cuadrito de madera con el siguiente texto: “Por esta niña oraba, y Jehová me dio lo que le pedí”

Este pequeño cuadrito, que adquirimos, por supuesto, fue la confirmación de la obra del Señor. Esta fue la palmadita que el Señor nos dio en el cachete para que no se nos olvidara nunca que el nos profetizó a través de nuestros hermanos Manolo y Esther. Que sus promesas nunca son vanas, y que en respuesta a nuestra oración sincera, Su Misericordia nos rodea permanentemente.

Fue en ese momento, después de más de un año, cuando nos acordamos de lo que hablamos aquella tarde, al finalizar el día de ayuno y oración, y de la que fue portavoz mi prima Esther. Hermanos, he llegado a comprender que si el Señor habla a través de nosotros es una de las mayores Gracias que Él nos puede conceder.

A partir de ese momento, la historia la conocéis. Esto no solo ha supuesto en nosotros que hayamos podido alcanzar a través de la voluntad de Dios los anhelos de nuestro corazón. Más que eso, nos hemos entregado en Sus brazos para siempre. Él nos ha demostrado su fidelidad hacia nosotros, y no tenemos por menos que serle siempre fieles.

Versículo 28: “Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”

Nosotros estamos trabajando para que esa semilla fructifique a su tiempo, siempre de la mano del Señor, y a través del fruto de su vida, Dios sea siempre glorificado.

Mujer, sigue el ejemplo de Ana. Dios tiene propósitos para ti, sea cualquiera que sea tu estado, tú eres una hija preciosa para Dios.

¡Tienes tanto que dar, tienes tanto que disfrutar, tienes tanto que aprender y experimentar! Que hoy te animo a abrazar la vida con tu Dios a tu lado, enseñándote el camino que debes recorrer.

Que el Señor nos bendiga. Amén.

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