La Evangelización en la Iglesia
La Evangelización no es solo una necesidad de la
Iglesia, o una mera cuestión numérica. Más allá de esto, por otro lado facetas
imprescindibles para la expansión que nuestra iglesia precisa, es una
obligación de todo cristiano, cumplir inexcusablemente “La Gran
Comisión” de nuestro Señor. Marcos 16:15 - Y les dijo: Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
Inicialmente la
Gran Comisión empezó en la persona de Jesús cuando predicó por primera vez en
Israel, sin embargo la predicación del Señor no solo tuvo significado para
Israel y los judíos, sino que al correr de los siglos tiene un inmenso
significado para el mundo entero.
En sus últimos días, Jesús encarga la Gran Comisión, no solo a sus discípulos de entonces, sino a todos los discípulos que han venido a través de los siglos. La Gran Comisión es, pues, un plan maestro de Dios en el que su iglesia debe trabajar con mucho esfuerzo y amor.
Una iglesia que no evangeliza o lo
hace escasamente, no es una iglesia totalmente viva. El Señor demanda de
nosotros un esfuerzo especial en esta materia, y lo debemos observar en una
doble vertiente; a), la
obligación por parte de todo cristiano de divulgar el Evangelio, y así obedecer
al Señor, y b), la necesidad
imperiosa de crecer, de renovar la “sangre espiritual” en nuestras iglesias, a
riesgo que perezcan por falta de tener a quién pasar “el testigo”.
“Todo lo que no crece, mengua”.
Podemos también tomar las palabras de Dios en Génesis, 1:28 - “Fructificad y multiplicaos” y hacerlas nuestra
para este aspecto tan necesario y urgente.
La IERE, aunque en los últimos años
está haciendo un esfuerzo loable en esta materia, creando nuevas parroquias
donde no las había, trabajando con jóvenes, haciendo obra social… necesita, primero, compartir a nivel general las
experiencias, los métodos, los éxitos…, y también los fracasos; que la fuerza
de la “palada particular” ayude a los demás a “mover” la gran barca. Segundo, sensibilizar, preparar y
movilizar a todos los miembros posibles, animándoles al uso efectivo de los
Dones de Dios. Y tercero,
desarrollar intensivamente y con plazos de acción no inferior a cuatro años
planes evangelísticos cuidadosamente estructurados y debidamente dotados, al
objeto de no darlos por concluidos a mitad del proyecto. Todo lo anterior se
resume en una frase: “La máxima
excelencia de nuestras vidas para Dios”
Como Iglesia de Dios debemos establecer un plan de acción
para poder presentar multiplicados los “Talentos” que nos ha dado el Señor.
Nuestro Señor, habló con personas individualmente, pero
cuando pronunció sus grandes predicaciones lo hizo a la multitud, en el Templo,
en las calles, y siempre a viva voz… Usó los medios de transporte disponibles,
a pié, a lomos a un animal, quizá en alguna carreta… Pero lo importante fue, ha
sido y será la comunicación. Para ello nos ha llegado Su Palabra oralmente,
transmitida por otros predicadores que obedecieron La Gran Comisión, pero lo
fundamental ha sido la transmisión escrita, cuya extensión llegó muchos siglos
después.
Nuestra Iglesia, con más de ciento treinta años de
antigüedad, es seguro que en épocas pasadas, ha puesto en marcha actividades
pro-evangelísticas, con buen o mejor resultado, pero nos encontramos en pleno
siglo XXI, y nuestra sociedad demanda información a través de canales lo más
directos posibles, modernos y a mano de todos.
No estaría mal que nos fijáramos en cómo un fabricante
coloca su producto en el mercado y lo vende en las mejores condiciones
posibles, y lo adaptáramos a como queremos transmitir el Mensaje Salvador,
también obteniendo los mejores resultados. Creo que estaríamos obrando como
buenos mayordomos de Dios.
Creo que debemos estar abiertos a nuevas formas o sistemas que nos sean
propuestos, así que debemos estar con los oídos atentos para innovar y ampliar
nuestras formas.
José David Amado.
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