David, Goliat, la hormiga y el efefante
1ª de Samuel 17:45 Entonces dijo David al filisteo Goliat: Tú vienes
a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de
los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has
provocado.
17:46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.
17:47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.
17:48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo.
17:49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.
17:50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.
17:46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.
17:47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.
17:48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo.
17:49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.
17:50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.
Permítanme la licencia para usar una fábula de mi invención: La hormiga gritó al elefante: ¡Pero, ¿por qué me quieres pisar? ¿Qué
te he hecho yo para que me quieras matar? Soy superior a ti en todo, en tamaño,
en peso… soy más fuerte que tú y tengo una memoria privilegiada, contestó el
elefante. Me siento bien eliminando a todo lo que esté por debajo de mi. No
tengo que tener ningún motivo para hacer lo que hago, lo hago porque quiero… En
ese momento elevó una de sus patas delanteras y la dejó caer con fuerza encima
de la hormiga. Con
suma rapidez, soltó la carga que portaba y aprovechando sus seis patas, la
hormiga echó a correr huyendo de la fuerza y de la maldad del elefante que la quería destruir. Al
instante recordó un antiguo hormiguero abandonado que estaba por los
alrededores. Llegó en poco tiempo, perseguida por el elefante, y desapareció
por la entrada. El
elefante frustrado comenzó a patear la parte exterior del hormiguero al objeto
de aplastar a la
hormiga. Pero ésta conociendo a la perfección su antiguo
hogar, comenzó a recorrer hacia abajo galería tras galería, mientras retumbaba
en sus antenas la fuerza que el elefante estaba empleado para hundir el
hormiguero. Trozos de las galerías caían por todas partes; el hormiguero estaba a punto de colapsar. Llevaba ya recorridos unos cinco metros de galerías verticalmente hacia abajo, cuando recordó que delante suya, en horizontal, partía una galería
que conducía directamente al nuevo hormiguero, tomó esa salida justo cuando el
elefante pisó con mayor fuerza, y todo el antiguo hormiguero no pudo resistir
el peso del elefante, y se vino abajo con gran estrépito, provocando que el
elefante asesino cayese en él y quedase atrapado en el agujero de la derruida
red de galerías abandonadas.
Habiendo recorrido unos diez metros de la galería “salvadora”, la
hormiga llegó al destino esperado. Subió entonces buscando la salida del
hormiguero. La encontró, salió al exterior y miró hacia donde estaba el antiguo
hormiguero. El espectáculo que observó le heló la sangre. Allí estaba
el elefante perseguidor, hundido en el agujero que él mismo había provocado
golpeándolo para intentar matarla, moviendo patas, orejas y trompa, intentando
salir de él sin conseguirlo. Autor: Yo.
Tanto David (personaje real) como la hormiga (personaje ficticio)
se enfrentaron, según las narraciones, a seres superiores, por lo menos en
tamaño y fuerza. A nosotros los cristianos, nos sucede muchas veces en nuestras
vidas, que huimos de seres, de instituciones, que a primera vista nos parece
que nos pueden aplastar con suma facilidad, que pueden derrotarnos con la
potencia que les da la ventaja, la fuerza bruta, el mayor tamaño…
Muchas veces, como la hormiga, echamos a correr, huyendo de la
catástrofe anunciada, nos protegemos auxiliados de la mayor agilidad que nos
proporciona el menor peso, el menor volumen, y lo curioso del caso es que la
mayoría de veces logramos escapar y así hacer desaparecer el problema de
nuestro entorno más inmediato. Si es cierto, hemos escapado de la masacre, pero
el problema sigue estando ahí, lo único que hemos conseguido es alejarnos de
él. La pregunta es, ¿seguiremos así durante toda la vida? ¿Seguiremos siempre
el ejemplo de la hormiga? ¿Escapar, y escapar?, ¿U optaremos por otra
estrategia?
David optó por enfrentarse frente a frente al problema. El
filisteo medía seis codos y un palmo; según nuestras medidas aproximadamente 2,90 metros , o sea un
auténtico gigante. La cota de malla que vestía el casco de bronce, la jabalina
y la espada pesaban alrededor de setenta kilos, y según la Escritura era el
“adalid” de los filisteos.
David, apenas un muchacho de una estatura que podría rondar el
metro sesenta, portaba solo su callado, una honda que usaba para ahuyentar a
los animales salvajes, hecha de cuerdas y un trozo de cuero, y en su zurrón
unas cuantas piedras de un arroyuelo.
Las diferencias debían ser descomunales. Me imagino en ese campo
de batalla, a un lado sobre un montículo al ejército filisteo gritando y
azuzando a su adalid, y al otro lado sobre otro montículo el ejército de
Israel, callado por el asombro, mirando atónito como un simple muchacho se
había adelantado y le estaba haciendo frente al gigante filisteo. Y en el
valle, los dos contendientes, tan distintos… La batalla no tiene color. ¿Cómo
es posible esto? Se preguntaría Goliat, ni sudaré siquiera.
Pero nadie, absolutamente nadie, ninguno de los dos pueblos
contendientes, ni siquiera Goliat podían esperar las palabras de David: Entonces dijo
David al filisteo Goliat: “Tú vienes a mí
con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los
ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has
provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te
cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo
y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y
sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque
de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”.
En
ese instante, como el elefante, Goliat corrió para acabar con aquel mequetrefe
que lo estaba retando. Contrariamente a lo que hizo la hormiga, huir, David
echó mano de los guijarros que llevaba en el zurrón, cargó la honda y lanzó el
proyectil sobre el gigante, abatiéndolo con una pedrada en la frente. Goliat
cayó de bruces, y el silencio se hizo en el valle. Los filisteos porque se
habían quedado sin su arma más potente, su adalid. Los soldados de Israel,
seguro que tuvieron que frotarse los ojos, para comprobar que lo que estaban
presenciado no era un sueño. ¿Cómo es posible esto?, pensarían los dos
ejércitos.
La
hormiga se paró a contemplar la situación. Ella a diez metros de distancia veía
como el elefante, derrotado, intentaba salir del agujero que él mismo había
provocado, pero no hizo nada, no tenía herramientas, ni fuerza, ni armas.
Sencillamente lo que podía hacer era lo que estaba haciendo, mirar.
David,
la hormiga del relato bíblico, creía tener la herramienta más poderosa jamás
usada, la ayuda de Jehová de los ejércitos. Tuvo esa fe inexplicable, esa fe
que puede mover montañas, que puede calmar tempestades, y venció. Pero no hizo
como la hormiga, sentarse a mirar la derrota del adversario; corrió hacia
Goliat y con la espada de éste le cortó la cabeza y la alzó para certificar
ante el ejército filisteo su victoria.
¿Hacemos
nosotros lo mismo que David ante semejantes situaciones? ¿Luchamos revestidos
de la armadura de Dios? ¿O actuamos como la hormiga, huyendo del problema?
José David Amado.
José David Amado.
¿Y cual es el conflicto al qe se supone qe nos enfrentamos? Porqe estos son muy serios...
ResponderEliminarCualquiera de los que cada uno de nosotros, personal o colectivamente tengamos. Ya sea de carácter humano, espiritual o ambos. No enfrentar los problemas cara a cara, supone indefectiblemente ir aplazando la solución. Esto no quiere decir en cambio que tengamos que efrentarnos a ellos a "pecho descubierto". David llevaba la herramienta más poderosa, a Jehová de los ejércitos, así que iba mejor pertrechado que Goliat. Mateo 10:16 "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas".
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