¿Estamos cansados de pelear contra nuestros gigantes?
Como continuación a mi
reflexión: “David, Goliat, la hormiga y el elefante”, he pensado que sería
bueno profundizar en nuestra condición de cristianos, y tomar decisiones
importantes, si son necesarias, de nuestras posturas actuales respecto de
“Nuestros gigantes”
¿Nos hemos hecho alguna vez
la pregunta de que cuántos más recursos propios ponemos a disposición de la
extensión del Evangelio, menos territorio conquistamos? ¿Cuántos estamos
luchando contra cosas que parecen ser indestructibles?
Hago estas preguntas
porque nos enfrentamos a situaciones, ya sea de enfermedades, problemas familiares,
de trabajo, en la iglesia… que nos parecen en principio ser invencibles.
Debido a esto muchos se
cansan de pelear, y en consecuencia se renden, cediéndole terreno al enemigo; terreno
que no le pertenece, pero que le cedemos gratuitamente para que acampe listo
para invadir nuestras vidas, con el solo propósito de destruir la obra que Dios
ha iniciado en nosotros, y dando la oportunidad de robar las bendiciones que
Dios derrama sobre Su pueblo.
Cuando esto sucede, la
Iglesia de Cristo corre un grave peligro. En los tiempos que estamos viviendo,
la Iglesia esta sufriendo mucho debido a la apostasía, negligencia, y desanimo
por parte del pueblo de Dios. Pero también sufre porque los siervos de
Dios se cansan de batallar.
Voy a utilizar unos versículos que nos demostrarán lo que la iglesia necesita. Pasemos
ahora a la Palabra de Dios, y aprendamos lo que se necesita hoy, estudiando el
pasado.
“Entonces vino Amalec y peleó contra
Israel en Refidim. 9 Y dijo Moisés a Josué: Escógenos
varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del
collado, y la vara de Dios en mi mano. 10 E hizo Josué como le dijo Moisés,
peleando contra Amalec”
En
estos versículos encontramos que no mucho después de salir de Egipto, el pueblo
de Dios se enfrenta a una gran batalla contra el pueblo de Amalec.
Notemos que no fue mucho
después de su salida de Egipto. Porque esto es una constante que el enemigo usa
con frecuencia. En definitiva, el enemigo lanzó un fuerte ataque contra el
pueblo de Dios después de una gran bendición, la salida de Egipto.
Cuando analizamos los
versículos 2 y 3, vemos que el
pueblo estaba desanimado, estaba en el camino a la rebeldía, porque estaban
sedientos en medio del desierto: “Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos.
Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a
Jehová? Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo:
¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a
nuestros hijos y a nuestros ganados?”
No obstante a este inicio
de rebeldía de Israel, Dios derramó una gran bendición sobre Su pueblo. Dios se
glorifico ante ellos para que no cupiese duda alguna en sus mentes que Él les
supliría y guardaría ese caminar. Tal y como en el versículo 6, Dios le dice a Moisés: “He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en
Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y
Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel”
¿Continúa sucediendo esto hoy en día?
Lo que le sucedió al
pueblo de Israel, no es muy diferente a lo que nos sucede a nosotros
individualmente, o lo que le sucede a la Iglesia en la actualidad.
Cuando analizamos las
situaciones en las que somos atacados, nos daremos cuenta que, casi siempre
suceden después de una bendición.
Los Amacelitas eran una
tribu nómada y guerrera. El ejército de nuestro enemigo no es muy diferente, y
está buscando constantemente a las personas que no están completamente firmes,
que se puedan encontrar en una situación igual o similar al pueblo de Dios, que
estén en rebeldía, a personas que no estén confiadas en la gracia y providencia
de Dios. Están buscando personas para atacarlas y robarles las bendiciones
que Dios le ha entregado.
¿Qué lección debemos aprender de este acontecimiento
histórico?
Debemos reconocer que
todos los que seguimos a Cristo tenemos un enemigo en común. Moisés y este
pueblo tenían a los Amacelitas que les querían destruir. Nosotros estamos
en un estado de guerra contra el ejército de los poderes de las tinieblas, como
se nos dice en la lectura de la Profecía.
Nuestro enemigo es muy astuto
en sus tácticas, y tratará en cualquier momento de destruirnos. Aprovechará la
primera oportunidad en que estemos cansados, decepcionados, dolidos, y con
nuestra guardia este baja.
El principal campo de
batalla es nuestra mente, y el enemigo la usará para engañar, tentar, mentir,
inspirar malos pensamientos, e infundir confusión, dudas, temor, desánimo…
En la batalla relatada participaron
dos ejércitos, los amacelitas y el pueblo de Israel. En la actualidad, en
la guerra espiritual que estamos batallando participan dos ejércitos también,
el ejército de Dios y el ejército de maldad.
Nuestro enemigo, tal y como
el ejercito amacelitas, viene a destruir y robar. Pero como vemos en la lectura
del Evangelio, Cristo vino al mundo para que
recibamos la bendición de Dios, y la recibamos en abundancia.
El enemigo tiene poder, tiene
a su disposición un ejército que no descansa, es astuto en sus ataques… Pero,
también debemos saber que es un enemigo que ya ha sido derrotado en la Cruz de
Cristo. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros?”
Si pretendemos vencer los
ataques del enemigo, lo tenemos que hacer unidos, como el gran ejercito de Dios que
somos. En estos versículos que estamos usando hoy leemos: “Y dijo Moisés a
Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre
la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano”
Aquí vemos que Moisés
escogió a Josué como líder y le dijo que reuniera a varones para que salieran a
pelar contra este enemigo que les salía al encuentro.
Probablemente el ejército
de varones que Josué reunió no era nada comparado al ejército de los amacelitas. Josué
probablemente salio a pelear con grandes desventajas, falto de disciplina, no estaba
bien armado, y adormecido a consecuencia de tanto tiempo de esclavitud.
“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su
mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec.” Mientras Josué luchaba, Moisés oraba y
tenía la vara de Dios
en su mano, alzada al
cielo; Ellos peleaban, mientras Moisés intercedía apelando a Dios para que
les entregara la victoria.
Así que no seria la
fuerza del ejército de Josué quien vencería a los amacelitas, seria la oración
de Moisés la que les daría la victoria. No sería el poder militar, sería
el poder de Dios.
Nosotros a veces
cometemos el error de “bajar la mano”,
cuando intercedemos por una persona o por una situación, al no recibir una
respuesta inmediata, y dejamos de orar. Comenzamos a interceder con
fervor, sacudimos los cielos con nuestras oraciones, pero frecuentemente
perdemos interés y no perseveramos, porque no hemos recibido los resultados que
esperábamos.
También nos sucede que estamos
tan involucrados en las cosas de este mundo que se nos olvida interceder, que
se nos olvida levantar un clamor al cielo.
Hoy, aquí y ahora,
debemos gritar: ¡Basta ya…! No
podemos permitir que el enemigo ponga interrogantes en nuestras mentes, que
detenga nuestra comunicación con Dios.
“Y las manos de Moisés se
cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó
sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de
otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol”
Debemos reconocer que todos
necesitamos ayuda. No pensemos ni por un instante que somos lo suficientemente
perfectos como para ganar ninguna batalla solos, por nuestra cuenta, con
nuestras armas humanas.
Además, debemos reconocer
que el cansancio, el abatimiento, la rutina…, es algo que nos afecta a todos en
nuestra vida cotidiana, y es algo que afecta al pueblo de Dios en general.
Y sobre todo, es algo que
afecta a muchos líderes, a muchos pastores, diáconos y ministros. Tal y como
le sucedió a Moisés. Todos somos susceptibles de llegar a estar completamente
cansados de luchar y batallar.
¿Estamos hoy desanimados, cansados, apáticos?
¿Nos parece que cuánto más predicamos la Palabra de
Dios, menos escuchan, menos entienden?
¿Comprobamos cómo muchos menosprecian la bendición
que Dios les ha dado de poder servirle dentro de Su iglesia?
¿Vemos como hermanos en la fe se cansan de batallar
en contra del pecado y en consecuencia caen nuevamente en la trampa del enemigo?
Si todo esto es así, es
porque, entre otras cosas, no existe una verdadera unión y apoyo dentro de la
iglesia, o por lo menos, no la que debería existir.
Las manos de Moisés se
cansaron, pero en ese momento de debilidad Aarón y Hur hicieron algo que
nosotros debemos aprender a hacer. Ellos ayudaron a Moisés en el momento que
estaba débil.
Si queremos tener éxito
como iglesia, debemos reconocer que nos necesitamos los unos a los otros. Tenemos
que reconocer que tenemos que levantar y sujetar los brazos de aquellos que se
puedan encontrar debilitados. Tenemos que reconocer que todos necesitamos
ayuda, que todos necesitamos intercesión, y que es la responsabilidad de cada
uno de nosotros, ayudar a nuestros hermanos y hermanas con esas cargas que les
deshabilitan o les causan cansancio, como se nos dice en Gálatas 6:2 “Sobrellevad los unos las
cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”
Al igual que el pueblo de
Israel después de la salida de Egipto, que estuvo en situación de necesidad y
en peligro de derrota, la iglesia de Cristo en la actualidad también está en la
misma o parecida situación.
Se necesitan hombres y
mujeres como Moisés, dispuestos a estar intercediendo constantemente por las
luchas de los demás hermanos, de la Iglesia, del mundo…
Se necesitan hombres y
mujeres como Josué, obedientes y dispuestos a enfrentarse en la batalla,
dispuestos a enfrentarse a ese ejército del enemigo.
Se necesitan hombres y
mujeres como Aarón y Hur, personas dispuestas a levantar los brazos de los cansados. Dispuestas
a ayudar en todo momento a todo aquel que se pueda encontrar debilitado o
cansado.
¡La iglesia nos necesita
a todos nosotros! Los líderes no lo pueden hacer todo, no pueden ser los únicos
responsables de luchar.
Cuando todos asumimos la responsabilidad
que nos toca, sin duda obtendremos la victoria.
“Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo
a filo de espada”
Nosotros también podemos
ser victoriosos porque tenemos también la Espada, que es la Palabra de Dios.
Tenemos que asumir
nuestras posiciones y responsabilidades.
Josué luchó, Moisés
intercedió y Aarón y Hur le sirvieron de apoyo; un equipo completo que venció
el ataque del enemigo a través del poder de Dios y no del suyo.
La iglesia necesita este equipo, el cuerpo de Cristo necesita este tipo de persona e interacción entre los creyentes.
Comencé con una pregunta,
¿Estamos cansados de pelar contra
nuestros gigantes?
Y la termino con otras,
para nuestra reflexión, ¿Qué tipo de
personas somos?
¿Somos
como Moisés, como Josué, o como Aarón y Hur?
La cuestión es si ese enemigo se puede definir.
ResponderEliminarY si ese enemigo es tal. Quizá sea otro.
Bueno, querido amigo,eso es cosa de cada uno de nosotros. Creo que somos lo suficientemente maduros para identificarlos, y si nos equivocamos, pues, a empezar de nuevo con la ronda de identificación. Lo importante es hacer frente al problema, ¿no crees?
ResponderEliminarSi, cada uno tiende a ver la realidad de forma diferente, y considera que el enemigo es aquel que se opone al ideal personal.
ResponderEliminarY quizá esté ahí la respuesta, cuando vemos que otras personas toman caminos distintos, podemos preguntarnos si se han cansado de la batalla, porque quien se cuestiona eso considera que su enemigo es común al enemigo de los demás.
Pero lo que esas otras personas hacen no es cansarse de pelear, si no reorientar su lucha en el sentido en que la entienden más acertada.
No quiero relativizar, pero si considerar que todos estamos condicionados por nuestras experiencias pasadas y presentes.
Pero es que soy también un tiquis miquis en esto de las definiciones, y cuando se menciona la existencia de un problema, quiero diseccionar el problema, si algo entra en conflicto es porque; por usar una metáfora. La maquinaria está siendo forzada y acaba estropeándose.
Tampoco podemos considerar la vivencia espiritual como una forma de encontrar respuestas, nos desanimamos cuando oramos y no encontramos las respuestas esperadas, escribes arriba.
Claro, pero eso es una forma de buscar algún tipo de rentabilidad a la experiencia espiritual.
Quizá el problema esté en que buscamos algo a cambio de la fidelidad, tenemos expectativas puestas en nuestra fe como un inversor espera que sus inversiones crezcan.
En tal caso el enemigo seriamos nosotros mismos.
Pienso que la vida es corta; según se mire, y que estamos de paso. Cuando yo tengo mis ratos de oración, admito que no soy capaz de resolver solo mis problemas, que no soy tan fuerte y poderoso ni tan hábil, pero esa es la batalla del día a día, ahí es cuando más nos podemos venir abajo, pero la batalla espiritual es personal y lineal, salvo que la batalla que libramos en los asuntos del mundo nos haga desistir de la batalla espiritual, cuando son cosas diferentes.
Predicar la palabra de Dios en la actualidad no debe de ser fácil, yo no lo hago, lo reconozco, me limito a buscar a Dios sin buscar a nuevos buscadores, porque no siento necesidad de ello, siento necesidad de mi propia vivencia, pero en cuanto a los demás...que hagan lo que quieran, no nací para ser un predicador.
Totalmente si, pero creo que el CRISTIANISMO tiene lo suficientemente en común como para que los que se sientan abatidos, cansados..., de luchar (orar) por "gigantes" comunes, (llámese apostasía manifiesta, sincretismo dañoso, laicismo dirigido, etc.) tengan presente el ejemplo de Moisés, de perseverar en la oración, o la valentía de Josué, de luchar con el convencimiento que Jehová estaba detrás de su obediencia, o cuanto menos, si no vemos en nosotros vocación o Don que podamos poner al servicio de "la causa" seguir el ejemplo de Aarón y Hur, sostener los ministerios emprendidos por los demás. Evidentemente para todo esto, es condición imprescindible que se esté convencido que el "gigante" contra el que luchar es común. Se puede hilar todo lo fino que se quiera, pero creo que hay situaciones que no admiten que se emplee mucho tiempo en ese "hilar fino" porque cuando te has dado cuenta, no has terminado de "hilar" y ya el "gigante" te ha pisado el pescuezo. Todo tiene su tiempo y debemos de saber emplear nuestras fuerzas (tiempo) adecuadamente a cada situación.
ResponderEliminarSantiago, Capítulo 01
1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
1:6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
¿Creemos esto?