Guerra Espiritual

Predicación de José David Amado en la Iglesia de San Basilio de Sevilla el 12/2/2012 -  Es innegable que a nivel general mundial se está produciendo un crecimiento espiritual debido fundamentalmente a las posibilidades de comunicación actuales.

Una de las últimas aportaciones para la extensión del Evangelio ha sido la celebración de la campaña Mi Esperanza, cuyo mensaje y según las últimas informaciones llegó a más de dos millos de personas en toda España. Se abrieron cerca de 5.400 hogares evangélicos y protestantes, y la decisión de aceptar al Señor fue tomada por casi 6.000 personas. Esta campaña ya ha sido hecha en otros países, y los datos que nos daban eran estremecedores. Solo en Hispanoamérica la cifra de nuevos convertidos fue próxima a los 200.000.

También es innegable, y eso lo podemos comprobar a través de la fe, que poseemos ricas bendiciones de Dios, que son superiores a las materiales, porque son prefectas en todo sentido, y no son temporales como las materiales, sino eternas.

Dado lo anterior, que son beneficios de carácter espiritual procedentes de Dios, también en este mismo momento, debemos reconocer que existe una guerra cruel que es responsable de matar, o herir seriamente a millones de personas en este mundo. 

Esta guerra está siendo peleada por nuestra alma, y queramos reconocerlo o no, todo ser humano forma parte de ella, y es algo que muchos rehúsan reconocer, o aceptar debido a que no es algo que sea noticia en los medios de comunicación. 

No podemos ver nada acerca de estos ataques en los informativos de televisión. No podemos leer acerca de las pérdidas de almas en los periódicos o revistas, y ciertamente nunca escucharemos nada acerca de esto en la radio.


Pero aunque falte información sobre este tipo de actividad espiritual, la triste realidad es que esta guerra ha sido peleada desde el principio del mundo, y sigue peleándose en la actualidad. Y que en esta guerra participan dos ejércitos, el ejército de Dios y el ejército de Satanás. Hermanos, y si no somos conscientes de esta guerra devastadora, al enemigo le será muy fácil hacernos caer heridos o muertos en el campo de batalla.  Es por eso que en el día de hoy deseo que estudiemos acerca de esto, con el propósito de descubrir como podemos pelear y salir victoriosos de las batallas que a diario enfrentamos.

Observamos en la lectura de Efesios, un poderoso consejo de cómo podemos ser victoriosos en nuestra batalla diaria, y una gran advertencia acerca de contra quien peleamos:

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” 

Estoy seguro que una parte fundamental de los miles de millones de habitantes de la Tierra, los llamados seguidores de Cristo, o Cristianos, han leído esto en más de una ocasión, pero también estoy seguro que una gran mayoría ha llegado a la conclusión que esto no tiene nada que ver con ellos.

Muchos son los que dicen, esto solo se aplica a los líderes, a los responsables, yo soy un simple creyente. Muchos son lo que dicen yo no soy un guerrero de oración, así que esto no se aplica a mi vida. Muchos son los que dicen, yo solo soy un obrero y no tengo Dones, así que definitivamente nada de esto tiene que ver conmigo. No tengo que batallar ninguna guerra, porque nadie ni nada me ataca.

Si estos pensamientos, u otros similares han pasado por nuestra mente en alguna ocasión, y podemos llegar a pensar de esa forma, siento informar que hemos caído heridos en el campo de batalla.

No existe excepción de persona; todo ser humano participa en ella, aunque no se percate en un primer momento.

Lo único que separa al creyente que sabe de esta guerra del resto del mundo, es que el creyente pelea para el ejército de Dios.

Toda persona que no sirve a Dios fielmente, puede llegar a estar bajo el dominio del reino de Satanás.

Si tuviéramos que definir brevemente el significado de la guerra espiritual, diríamos que es la batalla por nuestra mente. Porque nuestro enemigo sabe muy bien que si él puede controlar lo que pensamos y creemos, podrá por fin controlar como vivimos y como actuamos, llevándonos casi sin darnos cuenta a ser partícipes de su ejército. 

¿Hay alguien aquí que no haya peleado en alguna ocasión resistiendo a Satanás?
¿Qué no haya notado en su mente las cicatrices de la batalla?
¿Qué no haya salido vivificado después de vencerlo?

La palabra nos dice que no peleamos contra “sangre y carne”  Esto nos deja ver claramente que la guerra  en que nos encontramos no es contra personas, gobiernos, instituciones religiosas o políticas. No es contra cosas que podemos ver y tocar. Somos seres de aprendizaje visual. En otras palabras, somos como Tomás, tenemos que ver para creer. La mayoría de las personas piensa: “si no lo puedo ver, simplemente no existe, por lo tanto no creo”.

Si sentimos que esa manera de pensar nos describe, la advertencia de Pablo no nos sirve, porque no podemos ver los principados que nos rodean. No podemos notar los demonios a nuestro alrededor y por eso no podemos creer. 

Pensemos brevemente en algunas cosas que nos rodean que no podemos ver, pero que no dudamos que existen y en ocasiones hasta dependemos de ellas. 

¿Quiénes no tienen un teléfono móvil, una PDA o un Smartphone?  ¿Quiénes no tienen un televisor o radio o Internet? 

En este mundo moderno en que vivimos existe una gran variedad de cosas que nos rodean que no podemos ver. Que no son discernibles a nuestros sentidos, pero todos sabemos que existen a nuestro alrededor.

Esta tecnología que hemos mencionado, por sí sola no serviría de nada, más allá de adornar nuestro mobiliario o cargar de peso nuestros cuerpos. Desde estaciones específicas se emiten señales invisibles para hacerlos funcionar de una determinada manera, y estas señales no se detienen en ningún momento. En este mismo momento todos aquí estamos rodeados y nuestro cuerpo esta siendo bombardeado por señales invisibles; cosas que no podemos tocar o ver, pero que impactan, moldean y modifican tremendamente nuestra manera de vivir. Nos condicionan, nos dirigen, nos localizan.

Los poderes de las tinieblas operan de la misma manera. Dice la Palabra: “contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Estas huestes celestiales están constantemente a nuestro alrededor bombardeándonos con pensamientos y sentimientos con el propósito de localizarnos, condicionarnos, dirigirnos, y finalmente, apartarnos de la presencia de Dios.

Es por eso que nunca podemos olvidar que nuestro enemigo es muy astuto en sus tácticas, y no existe medio, sentimiento, o pensamiento que no use para tratar ganarnos.

Pero hermanos… ¡Ay de esas huestes! Nosotros no hemos quedado desamparados y a merced del diablo. Jesús destruyó completamente las obras del diablo, y a partir de su muerte y resurrección, él no tiene autoridad en nuestra vida. La única autoridad que tiene es la de la persona que se le entrega

Leemos en 1ª Juan3:8  "El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo." 

Cristo destruyó las obras del diablo para que nosotros quedáramos libres de la esclavitud. Así que el diablo no puede obligarnos a hacer o a no hacer algo, pero si tratará de influenciarnos.

¿Qué podemos hacer para prevenir ser influenciados? Tenemos que vestirnos adecuadamente. Así que aconsejémonos unos a otros.   

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡vístete bien!

Eso es, gracias hermanos, porque es un buen consejo.

¿De que vestimenta hablo?  Cristo nos dejo una armadura completa, tal y como nos dice la Palabra:

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” 

Desgraciadamente esta poderosa armadura es algo que muchos nunca llegan a usar en su diario vivir, y la mayor razón es porque muchos no logran entender su gran significado. Muchos solo ven esto como la descripción de un arma antigua de guerra, y no logran ver la importancia que aún retiene en el día de hoy. Así que examinémosla ahora detalladamente para determinar si es algo que podemos usar, y probémonos esta armadura para ver si nos sirve.

La primera pieza de la armadura es la faja, a eso es a lo que se refiere cuando leemos Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad

Yo diría que esta parte de la armadura era algo imprescindible, porque cuando examinamos la armadura que usaban los soldados de entonces, nos damos cuenta que la faja era la que aseguraba la coraza en su lugar. Además de esto, ellos colgaban sus armas de guerra de ella también.

Al igual que la faja era de suma importancia para los soldados en ese entonces, la verdad para nosotros es algo imprescindible. El diablo es un mentiroso y solo existe una manera de poder vencerle, y esto es algo que solo podemos lograr con la verdad.  Es por eso que la Palabra nos dice en Juan 8:32 Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres 

Solo cuando nos mantenemos en la verdad de Dios y la santidad de Su palabra podremos sujetar el resto de la armadura.

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡ponte la faja!

¡OTRO BUEN CONSEJO!


La segunda pieza de la armadura es la coraza, y vestidos con la coraza de justicia” 

Analizando nuevamente la armadura del soldado, nos damos cuenta que se usaba una coraza que lo cubría del cuello hasta la cintura. Esta pieza cubría todos sus órganos vitales. En otras palabras, el soldado se encontraba bien protegido, porque la coraza rechazaba cualquier golpe. ¿Deseas que los ataques del enemigo reboten sin hacerte daño? Si deseas que esto suceda en tu vida, tienes que mantenerte fiel y puro. En otras palabras, desechar de nuestro corazón todo pensamiento impuro, y desechar de nuestra vida todo pecado; esta es nuestra coraza.

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡ponte la coraza!

¡SEGUIMOS HOY DANDONOS BUENOS CONSEJOS!

La tercera pieza de la armadura es el calzado: y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

Los soldados romanos usaban sandalias que tenían espigas de metal en las suelas.  Esto tenía dos propósitos, primero les servia como un arma ofensiva; y segundo les brindaba mejor estabilidad al pelear sin importar el tipo de terreno en el que se podrían encontrar.

Nuestro calzado es el evangelio de la paz. Esa paz que todo creyente fiel siente en todo momento sin importar la situación o circunstancia.  La paz que encontramos descrita en Filipenses 4:7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” 

Dile al hermano que tienes a tu lado, ponte las sandalias.

La cuarta pieza de la armadura es el escudo de la fe. “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.” Los soldados tenían un escudo, generalmente de madera, cubierto con piel gruesa que les cubría gran parte del cuerpo.

Hermanos, el escudo que podemos usar para rechazar los ataques del enemigo es nuestra fe. Nuestro enemigo es muy astuto, y buscara atacar el área más débil de nuestras vidas. Si nuestra fe no está al nivel debido, si no nos ocupamos de fortalecerla, esto seria el equivalente a que un soldado se presentase a la batalla con un escudo de papel. Nuestra fe es alimentada a través de la Palabra de Dios. De no hacer esto nuestra fe se debilita progresivamente hasta llegar a morir.

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡recoge tu escudo!

La quinta pieza de la armadura es el yelmo de la salvación.  Y tomad el yelmo de le salvación  

Si tuviéramos que definir de manera simple el significado de la guerra espiritual, la mayoría de nosotros diríamos que es la lucha por nuestra mente. El yelmo cubre la cabeza, ese lugar donde las actividades mentales ocurren, y nuestros pensamientos nacen. El ejército de las tinieblas tratará de destruir o influenciar de la manera que pensamos, y si permitimos ser influenciados, caeremos heridos en el campo de batalla.

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡ponte el yelmo!

Estamos repasado la armadura defensiva que Dios nos propone. Pero ningún ejército puede vencer solo con armas defensivas. Un ejército triunfante necesita también armas ofensivas.

¿Tenemos armas ofensivas en nuestro arsenal?  Poseemos el arma más poderosa que existe a nuestro alcance, y que hará retirar al ejército del enemigo: y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” 

Esta es la única arma que podemos usar para atacar las líneas del ejército del enemigo. Esta es el arma que tenemos que usar para liberar a todos aquellos que aun están perdidos en este mundo de maldad.  En Hebreos 4:12 leemos Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”  La Palabra de Dios es penetrante, la Palabra de Dios es cortante, la palabra de Dios aclara nuestros pensamientos y limpia todo nuestro ser.

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡toma tu espada!

Hermanos, la Palabra de Dios es la espada en nuestro arsenal, pero ¿pensáis que un ejercito como el nuestro necesita más armas aún?

¿Y si echamos mano de las bombas?

Y os preguntaréis, pero… ¿Tenemos bombas a nuestra disposición? 

Absolutamente si.

¿Qué son nuestras bombas?  Nuestras bombas son nuestras oraciones. Pablo lo dijo de esta manera orando en todo tiempo con toda oración y suplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia.” Y en Lucas 1:37 cuando leemos porque nada hay imposible para Dios… O en Juan 14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.”

Dile al hermano que tienes a tu lado, ¡vamos a tirar bombas!

Para concluir. La guerra espiritual es algo muy real y reconozcamos que estamos en una guerra que no se puede ver con los ojos humanos.  Que estamos en una guerra que no podemos detectar con nuestros sentidos, y que muchos son los que han caído heridos o muertos en ella.

Es por esta misma razón que como el pueblo de Dios tenemos que fortalecer nuestro espíritu en todo momento. Tenemos que permanecer alertados porque las cosas que en ocasiones parecen ser insignificantes tienen la tendencia de crecer y crecer hasta llegar al punto de apartarnos de Dios. 

La palabra de Dios no cambia y la victoria final sobre nuestro enemigo se acerca, y de eso no existe duda. Nos dice el Señor en Apocalipsis 20:10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Pero mientras esperamos que esto suceda no podemos dejar caer nuestra guardia, sino tenemos que usar todo lo que el Señor nos ha entregado para defendernos y atacar a nuestro enemigo. 

Pongámonos hoy la armadura de Dios, y defendamos Su territorio. Comencemos a usar el armamento que Dios nos ha entregado, y avancemos sin temor.

Vistamos la armadura de Dios y saldremos triunfantes.

¡Que el Señor nos ayude! AMÉN.

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