Equívocos e inequívocos

Ya va cumplidito el mes de enero en Sevilla.  Ya se escuchan por plazas y descampados las bandas de música que acompañarán las procesiones de Semana Santa, ensayando las composiciones propias de la Cuaresma sevillana, mil veces repetidas, mil veces escuchadas, mil veces memorizadas. Desde estas fechas hasta… incluyamos también, el Domingo de Resurrección, circularán por los cientos de miles de correos electrónicos y por las mayorías de cuentas de Redes Sociales, vídeos o MP3 de pasos, cofradías… y escucharemos en el coche que ha parado al lado en el semáforo en rojo, distintas marchas procesionales, saetas… 
Curiosamente, a este sainete video-musical se le pone fin cuando el cuerpo de aquellos cibernautas y conductores difusores de esa pseudo-fe, se predispone, dos semanas después del Domingo de Resurrección, a cambiar el hábito propio de su hermandad, con capirote incluido, por el traje corto con sombrero de ala ancha y caballo “de postín” o en su defecto el de “faralaes” en las mujeres, de la Feria de Abril (este año, dada la altura del calendario litúrgico, y sin que sirva de precedentes, de mayo).
Parece que somos (a los sevillanos me refiero) especialistas en borrar de un plumazo de nuestra mente, la preocupación de aligerarnos en la cola para entrar en el comercio de los capirotes, o de tener pagada “la papeleta de sitio” para no perder el “privilegiado número de hermano” (que tenemos desde que nuestro padre nos apuntó a la hermanad, incluso antes que en el Registro Civil), o de tener las vestiduras limpias de la cera del año pasado, repasados los bajos y perfectamente planchadas, y considerándolo una actividad ya finalizada, pensamos en aquel refrán de: “A rey muerto, rey puesto”. Todo aquel afán (para la mayoría) “pseudo”, todas las lágrimas derramadas viendo entrar los pasos de nuestra virgen o del cristo en su iglesia una vez finalizado el trayecto “de penitencia”, toda la parafernalia cuaresmal en la que toda la familia ha participado, ya terminó, y nos disponemos, sin pararnos a reflexionar, a actividades que en nada tienen que ver con lo recién vivido, en algo totalmente alejado de lo que en realidad significa la Cuaresma.
¿Verdaderamente eso es fe? ¿A quién pretendemos engañar? Sinceramente, pienso que ambas actividades son, o significan lo mismo para la mayoría de sus participantes. La única diferencia es que se cambia de hábito.
Como decimos por las tierras del sur: ¡Que Dios nos pille confesados!

Comentarios

  1. Las cofradías eran en su día el facebook de hoy, un lugar para dejarse ver, relacionarse...

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  2. Siguen siéndolo, Vicente. En Sevilla es hasta tradición, que llega a malencaminar a las personas, todo esto con la anuencia de la ICR, por supuesto.

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